Ya son 35 años desde que empecé a trabajar en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE). Se dice fácilmente, pero es toda una historia de vida. Ingresé el 1 de noviembre de 1987 al Departamento de Acuicultura, donde compartí el cubículo con Doménico Voltolina y debimos instalar un extractor en la oficina para poder soportar el humo del cigarro de Doménico; dos ventajas para mí fueron ganar un buen amigo y practicar mi italiano (viví y estudié dos años en Roma).
Entonces, fui invitado a muchos comités de tesis de sus alumnos, entre otros: Beatriz Cordero, Roxana Rico y Francisco Correa, ahora investigadores confirmados en diferentes instituciones, incluyendo el CICESE.
Ya son 35 años desde que empecé a trabajar en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE). Se dice fácilmente, pero es toda una historia de vida. Ingresé el 1 de noviembre de 1987 al Departamento de Acuicultura, donde compartí el cubículo con Doménico Voltolina y debimos instalar un extractor en la oficina para poder soportar el humo del cigarro de Doménico; dos ventajas para mí fueron ganar un buen amigo y practicar mi italiano (viví y estudié dos años en Roma). Entonces, fui invitado a muchos comités de tesis de sus alumnos, entre otros: Beatriz Cordero, Roxana Rico y Francisco Correa, ahora investigadores confirmados en diferentes instituciones, incluyendo el CICESE.
Memorias de 35 años de trabajo en el CICESE Jaime Färber Lorda