Ensenada, Baja California, México, 23 de marzo de 2015. Con el objetivo de que en cinco años México cuente con herramientas de observación, desarrollo tecnológico y modelos numéricos que permitan establecer planes de contingencia y actividades de mitigación en caso de ocurrir derrames de hidrocarburos a gran escala en el Golfo de México, así como información para evaluar su impacto ambiental, hoy arrancó en el CICESE el proyecto oceanográfico más ambicioso y complejo que haya implementado nuestro país, el cual, con un monto de 1,500 millones de pesos, es financiado por el CONACYT y la Secretaría de Energía.
Se trata del megaproyecto “Plataformas de observación oceanográfica, línea base, modelos de simulación y escenarios de la capacidad natural de respuesta ante derrames de gran escala en el Golfo de México”.
De acuerdo a lo señalado por el Dr. Federico Graef Ziehl, director general del CICESE, institución que lidera el megaproyecto, uno de los principales retos será coordinar el esfuerzo de 10 instituciones académicas y más de 100 participantes científicos (un número que podría llegar a 200 en el transcurso de los próximos meses). Así, consideró, el trabajo en equipo será fundamental para poder cumplir con objetivos tan ambiciosos.
Recordó que tomó cuatro años lograr el reconocimiento y aprobación de la propuesta, misma que surgió en 2010 a raíz del derrame de la plataforma DeepWater Horizon, frente a las costas de Luisiana.
“Despertamos a la realidad de que no entendemos lo que pasa en el golfo. Ninguno de los modelos podía descifrar a dónde iba el crudo. De hecho, 25 por ciento de ese petróleo derramado no se sabe actualmente dónde está”, indicó el Dr. Juan Carlos Herguera, investigador del CICESE y responsable técnico del megaproyecto.
Así, fue necesario replantear cómo tenía que ser la aproximación al problema, para poder entenderlo. Además, se aprovechó que Petróleos Mexicanos tiene un genuino interés en este proyecto, mismo que ahora, con la reforma energética de 2014, no sólo tendrá como único usuario a esta paraestatal.
El megaproyecto está dividido en cinco grandes líneas de acción: Plataformas de observación oceanográfica, a cargo del Dr. Francisco Javier Ocampo Torres; Línea base y monitoreo ambiental, a cargo de la Dra. Sharon Herzka Llona; Modelos numéricos de circulación y biogeoquímica, a cargo del Dr. Julio Sheimbaun Pardo; Degradación natural de hidrocarburos, a cargo del Dr. Alexei Licea Navarro, y finalmente Análisis de escenarios de derrames, a cargo de la Dra. Paula Pérez Brunius. Todos ellos son investigadores del CICESE.
En términos generales, Juan Carlos Herguera explicó que con estas líneas de acción lo que se pretende es combinar el conocimiento de quienes se dedican a hacer mediciones en el mar, con el que generan aquellos otros que tratan de reproducirlo con modelos matemáticos y físicos. “Lo que queremos es tratar de conocerlo de tal manera que los modelos y lo que observamos coincidan lo más posible. Después, queremos que eso sirva para que, en el caso de un gran derrame en el Golfo de México, las tareas de mitigación (y lo que deben hacer las autoridades y lo que no pueden hacer) se plantee de una forma racional, dependiendo de la estación del año, de la profundidad y de otras variables que juegan un papel importante”.
En términos llanos, lo que se pretende es generar el conocimiento necesario para que cuando ocurra un derrame, las autoridades tengan las herramientas imprescindibles para tomar decisiones.
A la reunión asistieron académicos de las 10 instituciones participantes, que son, además del CICESE, el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV), unidad Mérida; cuatro dependencias de la UNAM (el Centro de Ciencias de la Atmósfera y los institutos de Ciencias del Mar y Limnología, de Biotecnología y de Geofísica); el Centro de Ingeniería y Desarrollo Industrial (CIDESI); la Universidad Autónoma de Baja California (UABC); el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), y Baja Innova, SAPI de CV, como la empresa asociada al consorcio.
La agenda de esta reunión de arranque del proyecto está programada del 23 al 27 de marzo, e incluye sesiones particulares en cada una de las líneas de acción.
Entre los numerosos productos que se pretenden capitalizar al final del proyecto, Juan Carlos Herguera destacó tres: el conocimiento de la línea base; es decir, entender cómo funcionan no a grandes rasgos, sino en promedio, las condiciones del gran ecosistema del Golfo de México y su variabilidad, sea estacional o derivada de otros mecanismos.
En segundo lugar, los modelos. “Pretendemos con ellos poder capturar cómo funciona el Golfo de México; que reproduzcan de la manera más real posible, cómo está funcionando el golfo, ya no solamente con la circulación, pues hasta ahora los modelos eso es lo que hacen: ven cómo se mueve el océanos. Ahora le queremos agregar otra capa más compleja, que es, con ese movimiento, cómo interacciona la vida en el océano. Eso le añade una complejidad que apenas está empezando a estudiarse en todo el mundo. No es que seamos nosotros los que estamos empezando, no, están empezando esto en muchos otros lugares. Por eso es un gran desafío. Los físicos han estado trabajando con esos modelos los últimos 20 o 30 años; pero sólo en la parte física; poder acoplar la parte biogeoquímica y ecológica a esos modelos es todo un desafío. Ese va a ser un gran producto”, consideró el Dr. Herguera.
El otro gran producto serán las plataformas de observación, indudablemente. “Vamos a pasar de tener prácticamente una boya como instrumento oceanográfico funcionando en el golfo, a tener varias boyas, radares, gliders. Es decir, tendremos toda una serie de plataformas que van a estar tomándole el pulso al Golfo de México en tiempo continuo, de manera que vamos a tener otra visión, mucho más cercana, de lo que es el golfo. Sobre todo a otra escala, una escala que hasta ahora no hemos podido estudiar, que es la mesoescala, la de más interés en el caso de existir un derrame”, concluyó.
Sobre la manera en que este megaproyecto puede proyectar al CICESE en el escenario oceanográfico internacional, pues participan en él, como asociados, las principales instituciones mundiales dedicadas a las ciencias del mar, consideró que “nos pone en el mapa de lo que será la oceanografía del siglo XXI en el mundo”.