3/2017 Este miércoles en el CEARTE conversarán sobre “El amor bajo las olas: reproducción de moluscos, tiburones y mamíferos”

Ensenada, Baja California, México, 27 de enero de 2017. Con el fin de explicar qué factores han favorecido el desarrollo de estrategias reproductivas en especies marinas y determinar si se puede hablar de “amor” como resultante, el próximo miércoles 1 de febrero tres investigadores del CICESE participarán en el conversatorio “El «amor» bajo las olas: reproducción de moluscos, tiburones y mamíferos”, a las 19:00 horas en el CEART Ensenada.

Para asegurar su futuro en el mar, las especies animales que lo habitan han desarrollado diferentes estrategias reproductivas que son favorecidas por aspectos como evolución, instinto y aprendizaje. Pero, ¿podemos hablar de “amor” como resultante? Los doctores Carmen Paniagua Chávez, Gisela Heckel D. y Oscar Sosa Nishisaki, investigadores del CICESE y miembros del Sistema Nacional de Investigadores, sostendrán una conversación sobre este tema el miércoles en la galería Ernesto Muñoz Acosta del CEART Ensenada, retomando la serie de conferencias que personal académico de este centro de investigación ofrece ahí de manera gratuita el primer miércoles de cada mes.

Carmen Paniagua realiza estudios en acuicultura y desde 2009 es líder del Subsistema Nacional de Recursos Genéticos Acuáticos. Gisela Heckel ha realizado diversas investigaciones de la biología, ecología y el comportamiento de mamíferos marinos. Oscar Sosa es experto en ecología pesquera y preside el Consejo Asesor del conjunto de áreas naturales protegidas de la región de Bahía de los Ángeles.

Sobre el tema en mamíferos marinos, la Dra. Gisela Heckel señala que los ciclos reproductivos pueden durar un año en pinnípedos (lobos marinos y focas) o dos o más años en cetáceos (ballenas y delfines). “El ciclo reproductivo se refiere a las etapas de apareamiento, preñez, parto, lactancia y cuidado materno. ‘El amor’ aquí sucede durante la temporada de apareamiento, que dura de unos días a un par de meses, dependiendo de la especie. Estas temporadas inician y terminan dictadas por las hormonas, pero también hay un componente importante de aprendizaje para lograr reproducirse. Los sistemas de apareamiento se refieren a la manera en que se reúnen machos y hembras para reproducirse. En la mayoría de las especies existe la poligamia, es decir, que tanto machos como hembras pueden tener parejas diferentes a lo largo de un ciclo reproductivo. En los pinnípedos, es muy común la poliginia, es decir, que un macho copula con muchas hembras. Para lograr esto, tiene que pasar por años de aprendizaje sobre la defensa de un territorio o de un harén. En cambio, en cetáceos los sistemas de apareamiento generalmente involucran la cópula de muchos machos con muchas hembras en una misma temporada reproductiva (poliginandria). En algunos casos, como el de la ballena jorobada, los machos compiten por una hembra durante periodos de unas cuantas horas. Ahí se pelean, dando coletazos unos a otros, y la hembra al final escoge al macho que le parece se desempeñó mejor. Todo este comportamiento recuerda un poco a lo que hacemos los seres humanos, ¿o no? Después de todo, somos mamíferos también”.

La doctora Carmen Paniagua, por su parte, nos comparte dos historias excepcionales de “amor” en moluscos. Estos organismos, “que son invertebrados de cuerpo blando desnudo o cubierto por una concha, son fríos, calculadores, promiscuos y poco amorosos comparados con otros animales. Algunos de ellos son hermafroditas (cambian de sexo cada temporada reproductiva o contienen ambos sexos durante toda su vida). Su estrategia reproductiva se base en liberar millones de gametos femeninos y masculinos y dejar que estos se fecunden de una manera azarosa en el agua. Sin embargo, existen algunos organismos excepcionales, como los pulpos y algunas almejas de agua dulce.

“El apareamiento de los pulpos es una verdadera rareza de la naturaleza. Los pulpos gustan de vivir solitarios pero cuando maduran y están listos para aparearse buscan a la hembra perfecta. Sin embargo, el macho se enfrenta a graves peligros en esta tarea, ya que las hembras son aficionadas al canibalismo sexual. Para evitar este peligro, los machos se mantienen a una distancia prudente durante el apareamiento. Para esto, el tercer brazo derecho se transforma en su tramo final y funciona como un pene llamado hectocotilo. En la cópula, el macho introduce este brazo en la cavidad paleal de la hembra y deposita en ella los espermatozoides. Una vez fecundada la hembra, ésta busca una cueva o cavidad entre las rocas para realizar la puesta de los huevos. Durante aproximadamente 2 meses la hembra dedicará su vida a limpiar los racimos de huevos y a defender a sus crías de cualquier peligro exterior. La obsesión de la madre por cuidar los huevos es tan grande que deja de comer en esos meses perdiendo todas sus reservas. Al final del proceso, cuando nacen las últimas crías y los racimos quedan completamente vacíos, la madre muere.

“Otra historia excepcional es la de las almejas de agua dulce. A diferencia de otras almejas, cuando el macho libera el esperma en el agua, las hembras lo filtran y éste fecunda a los huevos que están en su cavidad. Los embriones se desarrollan dentro de la madre y se convierten en una larva llamada glochidia. Sin embargo, estas son unas larvas muy especiales ya que para continuar su desarrollo necesitan parasitar a un pez y la madre no las expulsará a menos que encuentre al pez idóneo. ¿Cómo realizar esta difícil tarea cuando las almejas son organismos sésiles que sólo se mueven unos centímetros? Evolutivamente estos organismos han diseñado señuelos; una parte del manto de la almeja se desarrolla fuera de la concha y se asemeja exactamente al pez que necesita ser parasitado por las larvas. Cuando los peces van a reproducirse y buscan pareja, se topan con el mato de la almeja la cual confunden con la pareja perfecta. El pez se acerca y la almeja expulsa las larvas que parasitan las branquias, aletas u otras estructuras del pez, sin efecto nocivo. Las larvas parasitarán al pez hasta que llegan a su etapa juvenil, cuando se desprenden y caen entre la arena y rocas de los ríos para convertirse en organismo inmóviles para el resto de su vida”.

Finalmente, Oscar Sosa comenta que todos los vertebrados (peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos) “descendemos de un pez pequeño, de alrededor de 3 centímetros de largo, que habitaba los océanos hace 500 millones de años. Dentro de los vertebrados, los tiburones surgieron en el Jurásico hace 200 millones de años, y actualmente existen alrededor de 500 especies. Uno de los rasgos biológicos que nos ayuda a entender este número de especies, son la diversidad de estrategias de reproducción como resultado de su evolución. Algunos evolucionaron reproduciéndose a través de huevos encapsulados, que son desovados por las madres en ciertos tipos de hábitats. Por otro lado, existen muchas especies cuyos embriones se desarrollan dentro de la madre, en la cavidad conocida como el útero, donde además varía la manera en como los embriones se alimentan, lo que implica diversas estrategias. Y esto es lo que los hace fascinantes”.