Ensenada, Baja California, México, 26 de marzo de 2017. El grupo multi-institucional que, como parte del Consorcio de Investigación del Golfo de México (CIGoM), estudia los procesos ecológicos y los ciclos biogeoquímicos en dos regiones muy puntuales de este sistema marino (las cuencas de Perdido y Coatzacoalcos), se reunieron aquí para discutir los resultados de su primera campaña oceanográfica.
Este grupo se denomina Cruceros de Malla Fina, y su coordinador, el Dr. José Rubén Lara Lara, investigador del CICESE, explicó que su objetivo final es tratar de entender cómo interactúan los grupos de fitoplancton, zooplancton, ictioplancton e incluso bacterias, respecto a procesos como pastoreo, respiración comunitaria o producción primaria, y relacionar esto con aspectos físicos (hidrografía) y con los movimientos del carbono, de nutrientes, oxígeno o con la materia orgánica particulada, entre otros. Esto es, establecer una base de entendimiento entre procesos biológicos y su relación con los ciclos biogeoquímicos en ambas cuencas.
Este grupo se enmarca en una de las cinco grandes líneas de acción que desarrolla el CIGOM desde finales de 2014 denominada “Línea base y monitoreo ambiental”, que a su vez coordina la Dra. Sharon Herzka Llona, del CICESE. Sin embargo, las campañas oceanográficas que desarrolla el grupo de Malla Fina son las únicas enfocadas a procesos y ciclos biogeoquímicos.
“Ninguno de los otros cruceros lo hace en la escala que lo hacemos nosotros, con tanta frecuencia para medir la producción primaria, el pastoreo, la respiración, cuántas partículas están cayendo en la columna de agua de mar, la lluvia, cuánto CO2 entra en la atmósfera; eso es exclusivo de nosotros. Los demás no lo pueden hacer no porque no puedan, sino que simplemente si tu quieres recorrer todo el golfo necesitarías meses”, indicó.
El plan del CIGOM es que este grupo profundice esta información en las regiones de Perdido (al noreste del golfo, casi frente a Tamaulipas) y en la cuenca de Coatzacoalcos (en el sur), pues aún y cuando no sea la mejor información, “sabiendo que estos procesos (ecológicos y ciclos biogeoquímicos) son así cerca de la costa oceánica, podríamos pensar que son así que en aguas oceánicas de otra región que no medimos. Sólo que ahí tendrá que ser con base en modelos. Es la única manera”.
Consideró como muy novedoso el trabajar así con modelos matemáticos. “Los modelos generalmente van a la parte física: cómo se mueve el agua, la circulación. Ahora le vamos a agregar las componentes de cómo se mueve el carbono, cómo se mueve el nitrógeno. Ya no solamente la corriente, sino lo que va en ella. Si aquí hay respiración y producción primaria, cómo eso es transformado por los procesos de mesoescala (giros ciclónicos y anticiclónicos). En una palabra: estamos agregando a esos modelos la componente biogeoquímica.
“¿Ya se ha hecho antes? Sí se ha hecho en otras regiones, quizá no con la profundidad que lo estamos haciendo ahora, pero sí se ha hecho. Esto es conocimiento muy nuevo, pero sí han habido esfuerzos de modeladores que agarran un pedacito de, por ejemplo, un estuario, y tratan de ver cómo se mueve el carbono del fitoplancton al zooplancton, o cuánto se va al fondo. Sí hay ensayos, pero creo que en la escala que lo estamos haciendo, con esa profundidad, me atrevo a decir que es el único lugar donde se ha hecho”.
Informó que en este subproyecto de Malla Fina participan investigadores, técnicos y estudiantes de seis instituciones mexicanas (CICESE, UABC, CICIMAR, UNAM, UABCS y CIBNOR) y dos de Estados Unidos: el Instituto de Investigación del Acuario de Monterey Bay (MBARI, por sus siglas en inglés) y un laboratorio de la Universidad de Hawai.
En total, el Dr. Rubén Lara calculó un grupo de entre 50 a 70 participantes, algunos de los cuales se siguen sumando con iniciativas de uso de drones o para analizar ya no solamente CO2, sino flujos de metano (que es una componente muy importante porque absorbe 20 veces más energía que el CO2) y de óxidos nitrosos (que absorben 600 veces más), y que son más peligrosos.
Explicó que el año pasado hicieron dos campañas oceanográficas: una en marzo y la otra en septiembre; este año ya tienen programada otra para septiembre, y dependiendo de las fluctuaciones del peso frente al dólar, consideran realizar de una a tres más en 2018.
En la reunión de hoy se presentaron los primeros resultados del crucero que se realizó en marzo de 2016. En total fueron 10 presentaciones por parte de investigadores del CICESE y de la UABC, quienes abordaron aspectos sobre la hidrografía en ambas cuencas, carbono inorgánico disuelto, oxígeno, nutrientes, pigmentos fotosintéticos, producción y abundancia bacteriana, fitoplancton y pastoreo, metagenómica y transcriptómica del fitoplancton y del zooplancton, así como composición isotópica tanto de la materia orgánica particulada como de algunos grupos del zooplancton.
Con una superficie mayor a los 1.6 millones de kilómetros cuadrados, el Golfo de México es el noveno cuerpo de agua más grande del mundo. Recibe los escurrimientos de tres grandes ríos (Misisipi, Bravo y el sistema Usumacinta), además de ser una región con gran número de procesos y actividades socioeconómicas, como la extracción de petróleo y gas natural, turismo y pesca, y que tiene una muy alta presión antropogénica.