Ensenada, Baja California, México, 30 de abril de 2010. Cuando faltan dos meses para cerrar el ciclo anual de lluvia, todo parece indicar que se cumplirá una vez más el pronóstico de precipitación elaborado por especialistas del CICESE, el cual se basa en un modelo estadístico que, si bien ha sido calificado como “extremadamente modesto”, ha demostrado en los últimos años –con 12 pronósticos correctos de 14 emitidos– ser útil y válido para la porción noroeste de Baja California.
El Dr. Edgar Pavía López, investigador del Departamento de Oceanografía Física del CICESE, señaló que hasta el 27 de abril del presente año, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) había contabilizado en Ensenada 345 milímetros de precipitación en lo que va de este ciclo anual, el cual termina el 30 de junio.
En abril de 2009, el propio Edgar Pavía, quien es además responsable del laboratorio de Pronóstico Meteorológico del CICESE, se basó en este modelo estadístico para pronosticar que, entre julio de 2009 y junio de 2010, se tendrían de 250 a 350 milímetros de precipitación en la zona costa de Baja California –Tijuana, Rosarito, Ensenada y el norte de San Quintín–, toda vez que esperaban la ocurrencia de un fenómeno “El Niño” de ligero a moderado.
A un año de distancia y cuando prácticamente ha pasado la fase de mayor precipitación en el año, el investigador admite: “Probablemente llueva más de 350mm, que es el límite superior pronosticado, pero eso no nos molesta. A lo mejor llueven 355 o 360mm, pero no nos molesta porque no estamos empeñados en decir: ‘mira, ¡le pegué a 12 de 14 pronósticos!’ Qué bueno que así es, porque se ha hecho el trabajo para que esto ocurra, pero lo que buscamos es que el pronóstico sea más útil; eso es lo importante.”
Al hablar de utilidad se refiere a las previsiones que otros sectores pueden hacer en sus respectivos ámbitos de competencia, con base en este pronóstico de precipitación y los efectos indirectos que trae consigo la presencia de “El Niño” en esta zona. Por ejemplo, la previsión del sector médico de emergencias en cuanto a suero anticrotálico –la mayor presencia de víboras está asociada a que hay más herbívoros, porque hay más vegetación, porque hay más lluvias–; o protección civil, que debe prever más incendios forestales en verano y otoño; o el sector agrícola, en particular con las siembras de temporal. Y qué decir de quienes se dedican a la impermeabilización de techos o las mismas autoridades municipales y estatales.
Cómo se elabora el pronóstico
El pronóstico que Edgar Pavía y Santiago Higareda (técnico meteorólogo del CICESE) elaboran cada año, con actualizaciones mensuales si son necesarias, es estadístico y se basa en los datos históricos del Índice de Oscilación Austral (IOA) y de la precipitación mensual en Ensenada, además del pronóstico estacional del fenómeno de “El Niño-Oscilación Austral”.
Cada año el punto de partida es un foro de discusión sobre “El Niño” (http://www.cpc.noaa.gov/products/CDB/Forecast/forecast.shtml), donde se analizan los diversos modelos que la comunidad académica internacional presenta para definir si va a haber un “Niño”, una “Niña” o si va a ser un año neutral. El año pasado había aproximadamente 22 modelos (entre numéricos y estadísticos) que desarrollaron investigadores de todo el mundo; 21 pronosticaban un fenómeno de “El Niño” entre débil y moderado, y sólo uno establecía que no iba a intensificarse, por lo que no preveía ninguna consecuencia. Entonces, en abril o mayo, después de superada la llamada “barrera de primavera” (spring barrier) que los investigadores no han logrado resolver, se ajusta el pronóstico de lo que será el IOA de marzo de ese año a febrero del siguiente, y ese dato se utiliza en el modelo del pronóstico de lluvia.
Para hacerlo, se “normaliza”, es decir, se trata estadísticamente para que adopte una distribución Gaussiana –una curva “normal” de distribución–. Teóricamente, el pronóstico debe acertar 66 por ciento de los casos, es decir, dos de cada tres veces, porque el rango de error es más-menos una desviación estándar. Por eso es notable que este modelo ya lleve 12 de 14 aciertos, pues representan 86 por ciento aunque, como explica el propio investigador, “es como cuando arrojamos dos veces una moneda y en ambos casos obtenemos el mismo resultado: 100 por cierto en vez de sólo 50”.
¿Se puede mejorar? Edgar Pavía piensa que sí, con un poco de trabajo estadístico. En este caso pronosticaron 300mm de precipitación con una desviación estándar de más-menos, 50mm; esto es, que iría de 250 a 350mm. Y lo que se pretende hacer, mejorando la normalización y dándole un peso diferente a los datos extremos, es reducir el rango de error –o incertidumbre– a más-menos 25mm. Bajarlo a 10mm es muy difícil –“¿qué peso hay que darle a los valores extremos?”–, aunque reconoció que sería más útil.
Además, el modelo está asociado a la presencia de “El Niño”, y se sabe que en los últimos años ha bajado la correlación entre este fenómeno y la lluvia que se presenta aquí; “por lo tanto, en el futuro, ‘El Niño’ ya no será un buen pronosticador por efecto del cambio climático”, señaló el investigador.
Recordó que este modelo fue presentado en el artículo Secondary forecast models – The ENSO example, publicado en el año 2000 en el Journal of applied meteorology, y dijo que en el transcurso de los últimos años han colaborado, en la elaboración del pronóstico, Santiago Higareda, Javier García, Miguel Ángel Pérez Chavarría de la UABC, en redes neuronales, Antonio Badán y Federico Graef.
Consideró que seguramente van a publicar un artículo mejorando el modelo base. De ocurrir esto, “comenzaremos a usarlo y veremos qué pasa. Si falla, regresamos al que ya tenemos, que es modesto, pero funciona.”