Ensenada, Baja California, México, 15 de diciembre de 2017. Latinoamérica ha experimentado dos grandes epidemias de cólera en su historia reciente: una en 1991 y la otra en 2010. Pero había confusión respecto a qué cepa de Vibrio cholerae las provocó: si los clones pandémicos que circulan a nivel mundial o las poblaciones de bacterias locales, es decir, linajes que sólo están presentes en América.
Para aclarar esto, la revista Science acaba de publicar un artículo que determina con toda precisión cuáles fueron las contribuciones relativas de los diferentes linajes de esta bacteria en estas epidemias, del cual es coautor el Dr. Marcial Leonardo Lizárraga Partida, investigador del Departamento de Biotecnología Marina del CICESE.
Hoy en día contamos con todos los protocolos para que una infección intestinal puede curarse fácilmente con antibióticos. Y aún así en 2016 se reportaron 132 mil 121 casos de cólera en 38 países, incluidas 2 mil 420 muertes, lo que significa una tasa global de fatalidad (CFR) de 1.8 por ciento. Aunque el número de casos reportados es 23 por ciento menor comparado con 2015 (172 mil 454 casos), la CFR es más del doble (0.8 por ciento en 2015), de acuerdo al Record Epidemiológico Semanal de la Organización Mundial de la Salud (WHO) publicado el 8 de septiembre de este año.
En 2016 se reportó cólera en países de todas las regiones: 17 países de África, 12 de Asia, 4 de Europa, 4 de América y 1 de Oceanía. Cinco países (Congo, Haití, Somalia, Tanzania y Yemen) suman 80 por ciento de los casos, y de todos los reportados globalmente 54 por ciento fueron de África, 13 por ciento de Asia y 32 por ciento de La Española, la isla caribeña que acoge a Haití y la República Dominicana.
Y más aún. Ese mismo año se informó de muertes por cólera en 21 países: mil 762 ocurrieron en África, 184 en Asia y 474 en América. De éstas, todas fueron en La Española.
El Dr. Lizárraga Partida informó que a nivel mundial, actualmente vivimos la séptima pandemia de cólera. Empezó en 1961 en Indonesia (en una pequeña isla llamada Sulawi), pero a diferencia de las pandemias previas que habían sido causadas por el biotipo 01 clásico de V. cholerae, ésta se atribuye a un biotipo diferente llamado El Tor.
La ola pandémica se propagó rápidamente a otros países de Asia, Europa y África, y finalmente llegó a América Latina en 1991; no a Brasil ni las antillas, como esperaban diversos especialistas, sino a las costas de Perú, desde donde se propagó a casi todos los países causando 1.2 millones de casos y 12 mil muertes.
Más recientemente, en 2010, el cólera pandémico arribó nuevamente a este continente, pero esta vez en Haití. La epidemia resultante afectó a más de 797 mil personas y causó más de 9 mil 400 muertes.
El estudio publicado en Science corroboró que en 1991 llegaron dos oleadas, una proveniente de Europa (que a su vez llegó de Indonesia) y la otra de África. Lo que no establece es por qué llegó primero a Perú. Según Leonardo Lizárraga, hay muchas especulaciones: V. cholerae pudo ser transportada en el agua de lastre de barcos comerciales, o bioincrustaciones en el casco (biofouling), algún marinero que llegó con los síntomas o potenciada por el incremento de la temperatura superficial del mar por la presencia de “El Niño”. No se sabe. El caso es que de ahí se expandió a varios países.
El artículo también corrobora que la tercera oleada del biotipo pandémico llegó de Haití en 2010, proveniente a su vez de Nepal. Nuevamente Leonardo Lizárraga señala: “y lo único que había llegado a Haití procedente de Nepal había sido un contingente de Naciones Unidas que estuvo allá en misión de paz a raíz de los problemas que se habían registrado en aquel país”.
Lo que se tiene entonces son brotes de cólera provocados por la introducción intercontinental del linaje El Tor, y brotes esporádicos provocados por linajes locales preexistentes. Y aunque estamos hablando de cólera en América Latina, estos linajes locales muestran patrones de enfermedad marcadamente diferentes a los del linaje V. cholerae pandémico.
Ambos exhiben comportamientos epidemiológicos diferentes y ocupan nichos ecológicos distintos. Además, el potencial de un aislado para causar la enfermedad se comprende mejor mediante el estudio de su genómica, de manera que integrar este conocimiento (la comprensión de qué linajes son responsables de los brotes de cólera) permitiría diseñar mejores estrategias de control de la enfermedad, según el artículo.
Con toda la instrumentación en genética que se tiene actualmente, la metodología para estudiar bacterias ha avanzado mucho. “Ahora podemos secuenciar los cromosomas, el genoma de las bacterias, y esto fue lo que se hizo (en el estudio publicado en Science) con diferentes cepas que habían sido aisladas en América Latina. Por eso se incluyeron las cepas que nosotros habíamos estudiado (determinando ribotipos y pulsotipos) en el Instituto Pasteur en la década de los 90, con las que habíamos visto que fueron dos oleadas. Aparte, vimos que había tres variedades de cepas de V. cholerae que eran características de México, endémicas. Las nombramos MX1, MX2 y MX3, pero su característica es que no tienen igual toxicidad. Las más tóxicas son las que llegaron en las primeras dos oleadas de 1991, la que empezó en Perú y la que nos vino de Europa. Esta no se sabe cómo llegó.
“Con esta metodología lo que se hizo fue, primero, probar que efectivamente las conclusiones que habíamos llegado en el estudio anterior, de que hubo dos oleadas, eran correctas. Una oleada venía de Europa y otra de África. Luego también se comprobó, con este estudio porque el mío solamente va hasta el año 2000, que ocurrió una tercera oleada en 2010 producto de la epidemia de Haití”.
Dijo que es la primera ocasión que se secuencian cepas de todo un continente para ver precisamente cuáles produjeron las epidemias que se registraron. Un estudio similar se hizo para África por un grupo de investigadores ingleses, y en ambos casos destacó el grado metodológico con que se realizó, pues las secuenciaciones son el estado del arte en investigación bacteriológica.