Ensenada, Baja California, México, 17 de julio de 2018. Desde que se integró el Laboratorio Nacional de Buques Oceanográficos (LANAB/O) en 2017, el CICESE participa en esta iniciativa del CONACYT que pretende no solamente mejorar la infraestructura nacional de estas embarcaciones, sino conocer a fondo sus capacidades, localización y cómo funcionan para optimizar su operación conjunta, considerando que estas plataformas y su equipo asociado son las herramientas más importantes con que cuenta la investigación oceanográfica en México.
Uno de los primeros beneficios para el Buque Oceanográfico Alpha Helix del CICESE es la aprobación para que adquiera, en el marco de la convocatoria 2018 de Laboratorios Nacionales del CONACYT, dos mil metros de cable hidrográfico, lo que permitirá hacer lances y obtener perfiles en tiempo real de conductividad, temperatura, presión, oxígeno disuelto y turbidez a lo largo de la columna de agua de mar hasta esa profundidad, dos mil metros.
Daniel Loya Salinas, jefe del Departamento de Embarcaciones Oceanográficas del CICESE, explica que no se trata de una compra habitual ni de un cable estándar. Cada uno de estos cables se fabrica bajo pedido y debe cumplir especificaciones muy precisas, por lo que su construcción y tiempo de entrega puede variar de 3 a 4 meses.
Este año el Alpha Helix integró el calendario de operaciones más ambicioso que ha tenido jamás un barco del CICESE, no sólo por el número de cruceros proyectado, sino por su duración y porque está realizando operaciones por primera vez en el Golfo de México.
Sin embargo, varios usuarios que requieren hacer lances con una sonda CTD (un equipo oceanográfico dotado de sensores para medir conductividad, temperatura y profundidad, entre otros) a 2 mil metros de profundidad no han podido hacerlos porque, con el paso del tiempo y conforme se va degradando, se han tenido que cortar tramos del cable con el que actualmente trabaja uno de los cabrestantes de este barco, pues se necesita cuidar la integridad de los equipos que bajan y la calidad de los datos que colectan.
¿Y por qué se degrada el cable? Daniel Loya lo explica así: Los equipos que se envían (que bajan y suben por la columna de agua) van en una jaula y están distribuidos de diferente manera. No hay una simetría de pesos, de cuerpos y balances que permita a la jaula subir y bajar de manera estable. Esto es más notorio en el descenso, cuando vas soltando cable, ya que además de la cimbra y bamboleo, los equipos tuercen el cable hacia un lado y hacia el otro. Para compensar esto se colocan pesos a las jaulas y se les ponen alerones para mejorar su hidrodinámica. Tienen más estabilidad al subirlos porque vas jalando el cable, pero también hay torsión. En ambos casos se afecta la calidad de los datos y hay desgaste del cable, el cual tiene límites de operación.
Por eso sus características incluyen: que se fabrique con cable galvanizado para que soporte el trabajo en agua de mar. Además, en el caso del Buque Oceanográfico Alpha Helix, debe soportar 4 mil libras de tracción a una velocidad de 325 pies por minuto. La capacidad máxima de levantamiento del malacate del marco “A” (en popa) usado en lances hidrográficos es de mil 800 kilogramos.
Las características de estos cables también deben considerar cómo está el trenzado interno de lo que constituye su cuerpo principal. En él varios cables transmiten información de manera bi-direccional, comunicando la consola que está a bordo del barco con el data loger del CTD. Esto es, en una dirección van instrucciones a la sonda (que dispare botellas para colectar muestras de agua, u otras) y en sentido opuesto van los datos conforme se van captando.
“Hay aparatos que los bajan, luego los sacan y hasta que están arriba se ‘ordeñan’. Los que trae nuestro barco son de tiempo real: conforme va bajando o subiendo, en la pantalla de la consola que lo controla vas viendo los perfiles de temperatura, conductividad, oxígeno, etcétera, dependiendo de cuántos sensores traiga el CTD”, señaló Daniel Loya.
Su vida útil varía para cada cable, pero en términos generales va de tres a cinco años, y su costo oscila alrededor del millón de pesos.
Al respecto, Edgar Pavía López, director de la División de Oceanología del CICESE, informó que este año se decidió someter la adquisición del cable hidrográfico a la convocatoria de Laboratorios Nacionales del CONACYT “porque sin cables simplemente no puedes trabajar”.
La propuesta se aprobó por 800 mil pesos, pero como se trata de una convocatoria de fondos concurrentes el CICESE tiene que poner la mitad. “El CICESE depositó en estos días los 400 mil pesos concurrentes y estamos esperando que el CONACYT deposite los otros 400 mil”, señaló el doctor Pavía.
Sin embargo el costo del cable supera esa cifra, por lo que la tarea ahora es buscar completar el monto total, pues el trámite de adquisición debe quedar listo este año. ¿Y ese dinero de dónde sale? “A veces no lo vemos, pero se hace circo, maroma y teatro para que el barco ingrese dinero al CICESE”. De ahí la importancia de tener un calendario de actividades así de ambicioso, y de poder ser parte del LANAB/O, que busca facilitar y optimizar las operaciones de barcos como el Alpha Helix en beneficio de los usuarios.
Por ello se está buscando atender y meter en calendario tres solicitudes adicionales que llegaron: una de la UNAM, otra del CICIMAR y una más del CIGOM-CINVESTAV, lo cual está muy complicado porque el barco también tiene que atender inspecciones de seguridad de la SCT, tiempos de mantenimiento y reparaciones en dique y periodos vacacionales de la tripulación.
El LANAB/O es liderado por la Coordinación de Plataformas Oceanográficas de la UNAM. En México son pocas las instituciones que cuentan con buques para hacer investigación oceanográfica. La UNAM tiene dos: El Puma y el Justo Sierra. La Secretaría de Marina cuenta con cuatro, la Universidad Autónoma de Tamaulipas tiene el UAT-1-CIDIPORT, el Instituto Nacional de la Pesca tiene el Dr. Jorge Carranza Fraser, y el CICESE opera desde 2014 el Alpha Helix.
De acuerdo al portal web del LANAB/O, estos barcos “proveen a la investigación científica de acceso invaluable al mar, son un componente esencial de la infraestructura científica y constituyen un patrimonio de México (…) Han sido un parteaguas para la comunidad oceanográfica nacional contribuyendo a la caracterización de los mares del país, a validar los datos obtenidos por sensores remotos y boyas, a explorar y describir nuevos ecosistemas y reconocer cómo cambia la vida marina, la disponibilidad de recursos por efecto del cambio global y efectos de la actividad humana, atendiendo las prioridades que dicta la sociedad.”