Ensenada, Baja California, México, 1 de febrero de 2019. Los humedales son zonas de transición entre los ecosistemas terrestres y los acuáticos, y se caracterizan por su baja profundidad. Son además motivo de celebración cada 2 de febrero, en que se festeja el “Día Mundial de los Humedales” en conmemoración del 2 de febrero de 1971, cuando se firmó en la ciudad de Ramsar, Irán, el tratado intergubernamental para la conservación y el uso racional de los humedales y sus recursos.
En 2019 esta celebración se enmarca en la temática “Humedales y cambio climático”.
De acuerdo con el Centro Regional Ramsar para el Hemisferio Occidental (CREHO), el agua (dulce o salada) es el principal factor que controla el ambiente en los humedales, incluyendo su flora y su fauna. El suelo o sustrato rocoso debe permitir la saturación de agua estancada o corriente de tal manera que esta permanezca ahí durante cierto tiempo del año o persistentemente, es decir, sin que el humedal llegue a secarse en el transcurso del año. Esta agua contribuye a crear las condiciones necesarias para el crecimiento de varias especies vegetales y la adopción del humedal como un hábitat para muchas especies animales.
Es posible identificar seis tipos principales de humedales, según el CREHO:
Marinos. Son humedales situados en las costas.
Lacustres. Evidentemente, son humedales conectados con lagos.
Palustres. Son humedales de aspecto pantanoso, como las marismas y las ciénagas.
Ribereños. Están situados a los lados de ríos y arroyos.
Artificiales. Son creados por el hombre con un propósito específico: servir como embalses, como criaderos de especies acuáticas comerciales, como canales, etcétera.
Estuarinos. Ubicados donde los ríos desembocan en el mar. Incluyen manglares, deltas y marismas de mareas, cuya salinidad es media.
Durante el Primer Foro de Carbono Azul organizado por la ONG Costa Salvaje en el CICESE en octubre del año pasado, la Dra. Fernanda Adame, investigadora mexicana del Instituto de Ríos Australianos, de la Universidad de Griffith, señaló que estos ecosistemas costeros proveen hábitat a especies de valor comercial, favorecen una alta biodiversidad y brindan importantes servicios ambientales para todo el planeta.
Por ejemplo, los manglares, pastos marinos y marismas son capaces de almacenar carbono de 3 a 10 veces más que un bosque terrestre, pero son extremadamente frágiles y cubren menos de 0.5% de la superficie marina. Por ello es importante que subsistan como ecosistemas costeros, pues su conservación es la solución natural más efectiva y barata para hacer frente al cambio climático, aseguraron científicos, autoridades de gobierno y miembros de ONG internacionales durante el foro.
Aparte de ser zonas captadoras de carbono, un humedal es una zona de amortiguamiento de inundaciones, funciona como “plantas de tratamiento” de agua, son refugio de plantas y animales, zonas de reproducción y crianza de especies comerciales, y en términos económicos (de dinero provisto por el ecosistema en beneficio de la sociedad) son el segundo ecosistema más valioso del planeta, según explicó el doctor Rodrigo Méndez Alonzo, investigador del Departamento de Biología de la Conservación del CICESE.
Como zonas de amortiguamiento de inundaciones, explicó, la vegetación evita que la inundación se expanda. Si por urbanizar terrenos se elimina un humedal, ese amortiguador desaparece y entonces la inundación se vuelve más catastrófica de lo que normalmente sería. El ejemplo clásico en Ensenada es el humedal transformado que existe por la calle Segunda, entre Miramar a Alvarado, donde cada vez que llueve se inunda mucho más de lo que hubiera ocurrido de haber estado presente el cuerpo de agua.
También destaca su valor como “planta de tratamiento”, pues se ha comprobado cómo mejora la calidad del agua después de pasar por un humedal costero. Rodrigo Méndez lo explica así: “las plantas principalmente son una trampa para los sólidos disueltos en las agua negras (…), y a la hora que sale el agua del humedal, sale mucho más limpia de lo que entró”.
Por ser el último humedal urbano de Ensenada, la Lagunita de El Ciprés tiene además un valor emocional, estético, e incrementa el valor de las propiedades vecinas y la calidad de vida de los habitantes, agregó el investigador.
Los humedales de la península de Baja California, de otros estados e incluso de otros países han sido motivo de estudios en el CICESE desde su creación en 1973.
Su personal académico ha desarrollado innumerables proyectos de investigación financiados por diversas fuentes, y han abordado aspectos relacionados con productividad primaria, biomasa y pastoreo, poblaciones de peces y su variabilidad, uso y calidad de hábitat, productividad de pastos marinos, bioindicadores de contaminación, nutrientes, ciclos biogeoquímicos, hidrodinámica mareal y submareal, corrientes costeras, circulación inducida por mareas y fuerza de viento, variabilidad termohalina, aves migratorias y playeras, comunidades bentónicas, enfermedades de ostión y otros cultivos, entre muchos temas más.
El dato más cuantificable de este esfuerzo académico lo proporciona el total de tesis desarrolladas por egresados del CICESE bajo el criterio “lagunas costeras”, las cuales se pueden consultar en el portal web de la biblioteca de este centro.
En total son 81 tesis de maestría y doctorado en ciencias, de las cuales 35 corresponden al posgrado en Ecología Marina, 26 a Oceanografía Física, 5 a Ciencias de la Tierra, 5 a Ciencias de la Vida, 5 a Acuicultura, una en Óptica y 3 externas.
Video sobre la Lagunita de El Ciprés: https://bit.ly/2D0tf0m