Ensenada, Baja California, México, 5 de febrero de 2021. El disturbio humano es una amenaza crítica para la conservación de las aves playeras. Se define como cualquier actividad humana que interrumpe las actividades normales o la distribución de aves playeras en comparación con una situación sin tal actividad.
“Cuando las aves playeras perciben el disturbio humano como riesgo de depredación, hay un costo energético, ya que realizan vuelos de evasión y gastan energía. Esto reduce el tiempo de alimentación y descanso porque lo invierten en vigilar. En el caso de cambios en la distribución, las aves playeras se desplazan a localidades con menor disturbio, pero éstas podrían ser menos productivas en cuanto a alimentación. Por ende, hay una cuestión de degradación de la calidad del hábitat por razón o a raíz del disturbio humano que sucede en un sitio. El problema es cuando no hay localidades alternativas para que las aves se muevan”.
Lo anterior lo explicó el Dr. Eduardo Palacios, investigador del CICESE Unidad La Paz (ULP), que en colaboración el MC Jonathan Vargas, evaluaron el efecto del disturbio humano en la densidad de aves playeras en la ensenada de La Paz*, al sureste de la península de Baja California.
El estudio se realizó en Chametla, El Centenario y Comitán, tres lugares localizados en esta ensenada. Se seleccionaron 12 unidades de muestreo (UDM) en tres diferentes hábitats; playas arenosas, planicies lodosas, y estanques de tratamiento de agua y una granja de camarón abandonada.
El levantamiento de datos abarcó otoño, invierno y primavera; es decir, que incluyó los meses en que migran estas aves playeras (oyoño y primavera).
Los tres principales disturbios humanos fueron: en primer lugar personas solas, en grupo, con perros con correa o realizando alguna actividad recreativa. En segundo lugar vehículos tripulados y el último, perros sueltos. Éstos –indicó Palacios- en ocasiones son de casas de los alrededores o de personas que llevan a sus mascotas a la playa, los sueltan y persiguen a las aves.
Algunas de las covariables utilizadas fueron clasificar a las aves playeras por tamaños (grandes, pequeñas y medianas) y por técnica de alimentación (visual o táctil). Entre las aves playeras grandes encontramos al zarapito pico largo (Numenius americanus) y al picopando canelo (Limosa fedoa). Entre las aves de tamaño mediano está el chorlito gris (Pluvialis squatarola), y dos de las epecies más abundantes en la categoría de aves playeras pequeñas son: el playerito occidental (Calidris mauri) y el chorlito semipalmeado (Calidris semipalmatus).
Dentro de las 12 UDM se contabilizaron 96 mil 797 aves playeras. El playerito occidental (Calidris mauri) fue el ave más representada con 67% de los avistamientos. Del total de perturbaciones potenciales, más de 80% estaban relacionadas con disturbios humanos, 15% fueron disturbios naturales, ocasionados por depredadores aéreos (aves de presa).
Palacios agregó que se esperaba que las aves playeras cuya técnica de alimentación es visual fueran las más afectadas, los resultados del estudio mostraron que ambos grupos de aves, visuales y táctiles o sondeadoras, se vieron afectadas por los disturbios humanos.
En cuanto al tamaño, se encontró que las aves playeras migratorias grandes y medianas no se vieron afectadas por los disturbios humanos observados, por el contrario las aves pequeñas sí se vieron afectadas de manera negativa y significativa.
El estudio realizado en el CICESE ULP sugiere que la calidad del hábitat en la ensenada de La Paz para las aves playeras podría mejorarse reduciendo las posibles causas humanas de perturbación. Una de las primeras acciones que proponen es realizar campañas de educación ambiental y concientización de los disturbios humanos, pues según consideró “no es prohibir la entrada a personas a estos sitios, es aprender a convivir”.
“El reto ahora es mostrar que la relación que encontramos en la ensenada de La Paz tiene consecuencias poblacionales; es decir que la supervivencia o la reproducción se vea comprometida a causa del disturbio humano. Una hipótesis es que podría tener efectos de arrastre, esto quiere decir que por no haber tenido un invierno donde reunieron las energías necesarias para ir a sus zonas de anidación, lleguen en condiciones no óptimas para la reproducción y no tener éxito reproductivo”, finalizó.
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